Lo que el mar oculta
Cortesía de la Facultad de Estudios del Patrimonio Cultural de la Universidad Externado de Colombia
Lecciones de un arqueólogo marítimo
Cortesía de la Facultad de Estudios del Patrimonio Cultural de la Universidad Externado de Colombia
Ya no atrapo monedas con la boca
Eran principios de 1741 cuando Blaz de Lezo, el estratega militar español que dirigía la defensa de Cartagena de Indias de la invasión británica, en medio de la batalla, perdió uno de los seis barcos dispuestos para atacar a los británicos: el barco San Felipe. En aquella época, el hundimiento del barco debió significar frentes desprotegidos y muertes de soldados españoles e indígenas, es decir, una pérdida para la comunidad. Sin embargo, España triunfó y tres siglos después la pérdida se transformaría en ganancia.
En julio de 2014, por iniciativa del gobierno colombiano se inicia un proceso de dragado del puerto de Bocachica para permitir la entrada de barcos más grandes y así mejorar la situación económica. En la extracción del sedimento para el procedimiento, la draga choca con lo que parecía ser una estructura de madera. En ese momento se notifica a arqueólogos para que realicen la observación pertinente y así estar seguros de que no se estaba arruinando algún rastro del pasado, o, en otras palabras, del patrimonio cultural.
Así es como, Carlos de Cairo, arqueólogo, se acerca al sitio apoyado de colegas y confirman que efectivamente se ha descubierto un naufragio. Carlos, al hacer parte de la Universidad Externado de Colombia, vincula la investigación del naufragio con la Facultad de Estudios del Patrimonio Cultural y así es como inicia un proceso de investigación que, al día, sigue vigente. A partir de ella es que este grupo de arqueólogos ha recolectado información que permite determinar que el naufragio en cuestión es el barco San Felipe: el mismo de la historia de Blaz de Lezo.
Bocachica es una provincia a 45 minutos de Cartagena que está ubicada en la Isla de Tierra Bomba. Es atractiva turística e históricamente por albergar el Fuerte de San Fernando de Bocachica, que se encuentra bastante cerca al sitio en donde se descubrió el naufragio y que se relaciona directamente con la batalla de 1741, pues es donde se organizaban las tropas españolas. Aún con su atractivo, la comunidad de Bocachica, vive en la pobreza al punto de la mendicidad. El periódico El Universal cuenta que los turistas llegan en lanchas al lugar, los niños se sacuden en el agua para llamar la atención, chocan sus manos con el agua para que tiren monedas, caen, se sumergen y las sacan con la boca. Así viven.
Carla Riera, restauradora y conservadora, miembro de la investigación también, manifiesta que el naufragio es patrimonio cultural puesto que este significa ‘’herencia cultural que nos precede e identifica como pueblo y que nos brinda herramientas para entender lo que sucede en nuestra realidad actual’’. Así, el naufragio hace parte del patrimonio cultural de Bocachica –y en general del país- y su descubrimiento llegó para brindarle identidad a su comunidad.
Lo que en algún momento representó una pérdida para la comunidad española que se defendía de la invasión británica, 279 años después se convirtió en horizonte y esperanza para una comunidad que sufre la desigualdad esperada de un país sin identidad.
Los investigadores, Carla, Carlos, estudiantes, y demás, al encontrarse con tal panorama, entienden y reconocen la importancia de incluir a la comunidad en la investigación y así, les delegan labores como preparación de equipos de sumersión, apoyo desde la superficie, desplazamientos, entre otras cosas. Es así como el gran cambio para Bocachica se hace real. Hoy, algunos de los papás de esos niños que atrapaban monedas en el agua con la boca, están certificados por la Facultad de Estudios del Patrimonio Cultural de la Universidad Externado de Colombia como Asistentes de Investigación Arqueológica Sumergida y a partir de su aprendizaje, crearon tours arqueológicos que les permiten superar y luchar contra el entorno desigual que les condicionó.